La Real Sociedad se llevó el derbi gipuzkoano de Ipurua contra el Eibar por la mínima… y con una transformación evidente en su manera de plantear los partidos. De dominar los partidos con la pelota a dar el balón al rival, dejarse dominar aparentemente y saber sufrir con una gran labor defensiva. Así lo hizo contra el Celta. Y repitió contra el Eibar. Un gol de Alexander Isak en la primera parte decidió el duelo entre los principales exponentes del fútbol del territorio, pero el resultado no es acorde a lo que se vio durante los 90 minutos, porque el equipo armero hizo méritos como para haber logrado, al menos, el empate, especialmente en la segunda parte. Los donostiarras pudieron sentenciar antes del descanso, Isak falló después la gran ocasión del partido, y dejaron tan abierto el partido que acabaron sufriendo lo indecible para acabar logrando un triunfo que vale su peso en oro en la lucha por entrar en Europa de cara a la próxima temporada.
En clave gipuzkoana. Y mirando por el fútbol del territorio, con este resultado, el Eibar se queda muy tocado en el fondo de la clasificación. Es verdad que recuperó sensaciones y que por fin se pareció a ese equipo valiente y decidido que siempre ha demostrado ser, pero que nadie sabe la razón ha desaparecido en este 2021. Aún así, no le dio para siquiera empatar, y ahora sólo las matemáticas le sostienen todavía con vida en Primera división. Porque la sensación es que está herido de muerte, y no está hundido porque todavía hay puntos en juego. Y si es capaz de repetir la imagen dada contra la Real, el premio de volver a ganar no andará lejos, y entonces quizá puede permitirse volver a creer. Ahora todo se ve negro, no hay que engañarse. Se queda colista con 23 puntos, a siete de la salvación, y con el golaverage perdido con la mayoría de equipos que están por delante en la tabla. Pero mientras haya vida, habrá esperanza. Y más si es Mendilibar quien está en el banquillo.
Mientras tanto, Imanol parece haber recuperado la velocidad de crucero y vuelve a encadenar dos victorias seguidas gracias a una transformación en su estilo de juego para adaptarse a las necesidades actuales del equipo. Sin Silva ni Merino, ambos lesionados, era complicado mantener esa idea, y a eso hay que añadir que los jugadores llegan justos al tramo decisivo desde el punto de vista físico. No es para menos, la temporada ha sido muy larga y exigente para un equipo como la Real. Así que la victoria en Ipurua llegó de una forma algo alejada de lo que nos tenía acostumbrados, porque el fútbol preciosista y de toque brilla ahora por su ausencia para dar paso a un versión más pragmática. La Real supo sufrir en Ipurua cuando más apretó el Eibar, realizando un soberbio trabajo defensivo, y aprovechando la primer media ocasión que tuvo en la primera parte. El Eibar cometió un socavón en defensa, Isak esta sólo delante de Dmitrovic, y no falló. Después, el propio Isak pudo haber ampliado la renta, pero su remate tras un gran movimiento le salió mordido. La Real no aprovechaba su momento para mandar a la lona al Eibar, y eso resultaba muy peligroso.
La clave del partido estuvo en la segunda parte, en una acción en la que Isak se recorre medio campo con el balón después de un buen robo, y se planta mano a mano con Dmitrovic. Tuvo todo el tiempo para pensar, pero pensó tanto que al final el portero serbio del Eibar le robó la cartera. Fue la mejor ocasión del partido. El sueco empezó haciéndolo todo bien y acabó liándose él sólo, aunque no hay que resta mérito a la intervención de Dmitrovic. Isak fue héroe y pudo ser villano, pero lo que está claro es que ya suma 14 goles esta temporada y sus números son ya de delantero Estrella en la Real. Esa jugada dio alas al Eibar, que de verse desahuciado, pasó a ver un rayo de esperanza. La Real supo sufrir esos últimos minutos, demostró una madurez que hasta ahora no había enseñado, y se llevó una victoria que le permite tener un colchón de cuatro puntos con el séptimo. Europa se acerca un poquito.