La Juventus renace en su peor momento. Ya le había pasado varias veces en este curso, una de las cuales en la Supercopa justo con el Nápoles, y los azzurri volvieron a ser el aliciente para arreglar una situación pésima. Con una actuación sólida y sufriendo hasta el último segundo, la Vecchia Signora ganó y se apoderó del tercer puesto, dejando atrás a los sureños, ahora quintos. Pirlo se jugaba el banquillo y fue valiente, apostando por Buffon en lugar de Szczesny tras los errores del polaco en el derbi, a pesar de haber dicho lo contrario en la víspera, y los suyos construyeron el triunfo con un gran comienzo de partido. Cristiano, que desperdició un testarazo nada más empezar, empujó entre palos en el 13′ un centro raso del imparable Chiesa, sumando su tanto número 25 en 26 jornadas. El árbitro, antes del descanso, no concedió dos penaltis clarísimos, uno para cada área, por una falta de Lozano sobre el mismo Chiesa y otra de Danilo sobre Zielinski, errores inexplicables en la era del VAR.
El marcador no se movió y, en la segunda mitad, los de Gattuso (que sacó del banquillo a Osimhen) crecieron, encerrando a los bianconeri en su área. El gol decisivo, y parece una broma del destino, lo realizó Dybala. El argentino llevaba tres meses sin jugar, fue castigado por la cena en casa de McKennie, saltó al campo y con una deliciosa rosca zurda realizó el 2-0. Fue gracias a esta proeza que el arreón azzurro y el penalti realizado por Insigne solo sirvieron para recortar distancias. La Juve sufrió y acabó pidiendo la hora, pero se llevó los tres puntos. Pirlo salvó el banquillo, al menos de momento y sobre todo vuelve a verse en los puestos de Champions. Hoy era lo único que le importaba.