No se estrenó sobre el terreno de juego, todavía, pero en la pasada jornada, en Fuenlabrada, hizo su debut en la convocatoria del Espanyol un canterano con pedigrí. El suyo está por escribir. El de su padre, en lo más alto del deporte de elite. Max es delantero, y su primer apellido le delata: Svensson. Como Tomas Svensson, su progenitor, que no fue delantero sino todo lo contrario, portero; y no de fútbol sino de balonmano.
Doble campeón mundial (1990 y 1999) y europeo (1994 y 2000) con Suecia, triple medallista olímpico (platas en los Juegos Barcelona, Atlanta y Sidney) y ganador de seis Champions, la huella de Tomas sobre Max es indeleble, no solo por los genes o por los consejos que pueda brindarle sobre la alta competición, sino por las maletas que el joven atacante del Espanyol B, de 19 años recién cumplidos, tuvo que hacer a consecuencia de la carrera de su padre. Solo tenía seis meses cuando el guardameta abandonó el Barcelona para enrolarse en el Hamburgo. El pequeño Max llegó a hablar alemán.
Después, fichó Tomas por el Portland San Antonio, lo que correspondió a cuatro años en Pamplona, y a continuación otros tres en Valladolid. Fue en 2012 cuando los Svensson Río decidirían que el padre siguiera su ruta por el mundo –acababa de fichar por el Rhein-Neckar Löwen germano– mientras que la madre y los hijos, que ya eran tres, se instalaran en Barcelona.
Y ahí, tras un paso por la FCB Escola, es donde empezó a despuntar el joven Max, primero en el Gavà, más adelante en el Cornellà y, desde verano de 2018, en un Espanyol al que llegó como Juvenil de primer año y en el que, en dos temporadas, anotó 19 goles oficiales antes de subir esta misma campaña al filial de José Aurelio Gay. Cinco tantos en la pretemporada, más otros dos en la segunda jornada de Segunda B frente al Andorra, avalan su primera convocatoria con el equipo de Vicente Moreno.
Como quiera que no jugó en el estadio Fernando Torres, Gay rápidamente le reclutó para el domingo. Max bajó del avión el sábado por la tarde y el domingo al mediodía era titular en el Espanyol-Lleida. Seguro que no fue inconveniente para un trotamundos como él. Y muy probablemente Tomas, en el cuerpo técnico del Magdeburgo desde 2014, lo siguiera con tanto orgullo como cuando detenía un decisivo lanzamiento de siete metros en su estratosférica carrera.